Como nubes que invaden la tierra, el cerezo es tema de muchas canciones, poemas, historias y decorados en la cultura japonesa.
En sí mismo es una metáfora de la vida misma, de lo efímera de esta, pero de lo perdurable del carácter.
Desde los años 700 antes de Cristo, en la cultura japonesa, el árbol de flor de cerezo o “cherry blossom” ha sido la inspiración de muchos para evocar lo cíclico de la vida. Sus hojas mecidas por el viento, cuando llega el otoño, caen cual copos de nieve anunciando la llegada del frío, el fin de un período. Así para muchos es la vida misma, final de períodos, tiempos advdiversos que requieren fuerza y entereza.
Y así como los tiempos se convierten en advdiversos, cuando la raíz es profunda, y se han hecho las previsiones de lugar, este árbol, que luce seco y muerto por fuera, está lleno de vida por dentro esperando tiempos mejores para florecer y dar lo mejor de sí mismo.
LLegado enero, después del paso del invierno japonés, poco a poco las hojas aparecen poco a poco abriéndose paso aún entre la nieve que aún permanece en sus ramas. Para marzo, un espectáculo de color inunda nuestros ojos en Japón, así como en otros países del hemisferio norte donde ha proliferado, marcando el inicio de la primavera, el re inicio de la vida, la supervivencia ante la advdiversidad.
Festivales por todo el país asiático se hacen para celebrar ese período donde el cerezo en flor es el protagonista, con teatro, música, y sobre todo una canasta de alimentos para hacer un picnic debajo de la sombra de estos bellos árboles. Una oportunidad increíble para respirar aire puro y apreciar la naturaleza en su esplendor, un motivo más para sentarse a reflexionar sobre nuestras vidas y pensar que aunque tiempos malos puedan estar sucediendo, que el mundo se haya detenido, tiempo mejor siempre vendrá y podremos dar lo mejor de nosotros mismos.
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Last modified: 2024-09-27T23:32:25+10:00