Ciudad de México. 4.30 am. Qué difícil es creer que una de las ciudades más grandes del mundo pueda estar en silencio, lo único que escucho es el ansioso latido de mi corazón ansioso por un nuevo reto: Conquistar el Volcán La Malinche.
Todo preparado en antelación, cruzo la ciudad de lado a lado para encontrarme con el grupo de amigos de Senderismo México. Apenas algunos rezagados de la noche transitan hacia sus casas ahogados aún en los vapores del alcohol; otros, apenas levantando sus stands para vender tacos, carnitas y todo lo que le pueda hacer ganar los ansiados pesos para levantar a sus familias. México es lejos de ser un país de gente dejada; es un país de personas trabajadoras que le echan ganas desde tan temprano para echar para adelante a sus hijos con la esperanza de un futuro mejor.
Ya de camino el precioso pequeño gran estado de Tlaxcala, vemos a lo lejos los volcanes en formación, el Izta, el Popo y un poco más allá La Malinche.
El aire cada vez más limpio nos indica que estamos entrando al Parque Nacional, donde una espesa capa de bosque abraza lo que una vez fue el volcán, pareciendo quererlo mantener abrigado y caliente. El olor a yerba fresca, oxígeno y pinos es un alivio a los pulmones. Respiro hondo, casi con dolor al expulsar todo el aire contaminado de la ciudad. Es una sensación de liberación la que siento.
El parque, muy bien cuidado y seguro por la autoridades que se han esmerado en hacer de él un refugio a excursionistas y ciclistas, ha logrado aumentar el área protegida de bosques que ante la tala parecía desaparecer hace unos años atrás. Encomiable labor la de esta gente que da de sí para que otros podamos tener un pedazo de cielo en la tierra.
Al bajar de la camioneta, mis botas tocan la suave tierra. Estoy en mi territorio…
Caminar el principio del bosque es una sensación increíble. A lo lejos, muy lejos quedaron el bullicio y el humo. El silencio y la paz sólo se rompen por un esporádico “buenos días” de quienes vienen de bajada. Ese es el efecto de la naturaleza, nos despoja de la coraza y nos devuelve la humanidad, aquí todos somos gente, somos sensibles, somos lo que siempre debemos ser.
El terreno nos avisa con su inclinación que cada vez estamos subiendo más, casi como un preaviso de lo que vendrá. Hora y media de paso rápido y salimos a un claro, y la majestuosa montaña nos da la bienvenida con un clima agradable, casi sonriendonos retadoramente.
Súbitamente el terreno se hace más empinado, el momento de paz y regocijo acaba. La montaña, la Malinche, la traidora, nos muestra su real cara.
Con la ayuda de bastones es la única forma de poder subir, pues el piso está lleno de piedra suelta, hay que clavar las puntas de los mismos para conseguir apoyo y no resbalar. La botas no son suficientes.
A nuestras espaldas ocasionalmente se nos presenta Tlaxcala con sus campos verdes con una vista que de vez en cuando nos ubica en cuanto al ascenso que llevamos.
El terreno sigue empinándose cada vez más, el aire se hace más ligero, el ritmo de la respiración aumenta. Ya cada quien del grupo está por su lado, cada quien obedece a su propio ritmo, cada quien luchando contra su propia humanidad, y la montaña.
Cada paso es una lucha, cada tantos metros veo como la frecuencia de las paradas para poder tomar una bocanada adicional de aire es mayor. La montaña apenas nos muestra el primer picacho, casi por encima de nuestras cabezas, en una subida que parece infranqueable. La falta de oxígeno se hace evidente, mi cuerpo lucha por ajustarse a la altura. De vez en cuando un pequeño mareo que me recuerda que este no es mi lugar, que debo ganármelo.
La piernas poco a poco se van entumeciendo un poco más. Casi siento el crujir de las fibras de los músculos estirándose en el esfuerzo.
El primer picacho representa un farallón duro de cruzar. Imposible hacerlo con los bastones en mano, hay que guardarlos y usar las manos para escalar aferrándose a cualquier arista de las piedras, esperando que ninguna esté suelta y resbalar.
Al pasar este obstáculo, me vanaglorio de mi propio esfuerzo. Ciertamente hasta unos metros atrás me estaba cuestionando qué hacía allí, para que tanto esfuerzo, para que arriesgarme a una lesión muscular o una caída. Hace apenas unos meses había pasado por una cirugía de meniscos, y esto parecía uno más de mis caprichos para revelarme ante mi propia mortalidad.
Sin embargo, al alzar la mirada, allí estaba, la cumbre; La Maliche misma…
Parece que aún no la tengo fácil, el camino serpenteante que tengo por delante hasta la cumbre súbitamente es golpeado por las nubes que ascienden desde el lado de Puebla, cerrando la visibilidad y bajando la temperatura. La Malinche se revela, me reta, se burla, me amenaza…
Es allí cuando la adrenalina llena mi cuerpo, cuando ese carácter que los Jesuítas impregnaron en mi ser: Excelsior, siempre más arriba. Me niego a ceder ante los últimos metros, voy con lo que queda. Estoy sólo, siempre lo he estado, y siempre he tenido que sacar desde el fondo del tanque para poder con lo que la vida me ha tirado, y hoy no va a ser la excepción. La Malinche no va a amedrentarme, es sólo un reto más,y soy yo sólo el que dice si puedo o no.
La cumbre tiene un último escalón que subir a mano, guardo de nuevo los bastones y empotro mis manos en las vísceras de la montaña, la seduzco, la conquisto; y unos metros más adelante, la hago mía. La cima, la conquista, el éxito están allí con una vista de 360 grados alrededor de Tlaxcala y Puebla. Nada más alto que yo, solo el cielo.
Como un obsequio al esfuerzo, las nubes ceden y nos dejan ver a lo lejos nuestro punto de partida y largo camino que hubo que recorrer para llegar aquí.
Mi mayor satisfacción ha sido dar el máximo de mí, dejar el ejemplo para que mis hijos lo sigan. Como en la vida, nada es fácil, paso a paso es que se logran las cosas con constancia.
Estar en Equilibrium es eso; todos tenemos nuestra propia montaña que conquistar, sea un cambio de vida a uno más saludable, o situaciones advdivdiversas en la vida que resolver. Tú puedes, sólo tienes que poner un pie delante del otro y no parar. Échale ganas, da el todo por el todo cada momento, cada respiro de tu vida.
Gracias por seguirme. Siempre más arriba!
Eduardo Cabrera
Sabías que…
El nombre de la Malinche proviene de la historia de la conquista española? Malinalli, rebautizada por los españoles como Doña Marina, y posteriormente calificada como Malinche o traidoras; fue la traductora de Hernán Cortés en 1519 en el proceso de conquista de México.
De orígen noble, cayó de pequeña en desgracia al morir su padre. Su madre se volvió a casar con otro señor con quien tuvieron un hijo varón al que hicieron heredero de todas las pertenencias; siendo Malinalli entregada y luego vendida por meraderes a los españoles.
Sus orígenes Nahuatl le valieron su posición como intérprete a los conquistarores, siendo históricamente repudiada como traidora a sus coterráneos.
escalada la malinche malinche montañismo montañismo en méxico popocateptl ruta de volcanes volcanes en méxico
Last modified: 2024-12-04T11:30:38+11:00